sábado, 24 de marzo de 2012

My muse is gone.

Alguna vez leí o escuché que si te va mal en la vida es porque seguro estás pagando algo que hiciste en una vida pasada. Creo que lo escuché en TV, pues recuerdo que la apagué en ese instante y salí de aquella pequeña habitación en el primer piso de mi casa, subí a mi cuarto y encendí la computadora. Abrí twitter.

"¡¿QUÉ MIERDA HABRÉ HECHO PARA QUE ME PASEN TANTAS ESTUPIDECES?!", recuerdo que twitteé.

Cerré twitter. Abrí Word.

Cinco minutos. Diez minutos. Treinta minutos... Nada. La hoja de Word estuvo en blanco cerca de dos horas.
Claro, escribía un poco. Tres líneas si tenía suerte. Pero las borraba.

"Borra mucho si deseas escribir algo digno de ser leído".

No me quejaré. Mi musa me visitaba de vez en cuando, a menudo, una o dos veces al mes. Se sentaba a mi lado para verme escribir y enredaba sus dedos en mi cabello, acariciándome. A veces yo la obligaba a visitarme, de tanto que la buscaba, no se molestaba al menos, pero parece que ahora me ha abandonado.

"Está celosa", pienso. Y es verdad.

Está celosa de que ya no la busque, de que ya no acapare toda mi atención. De no poder tocarme de la manera en que él me toca ni hacerle ver a los demás que le pertenezco. Porque ella es invisible, un fantasma por así decirlo.

Pero la extraño.