martes, 4 de septiembre de 2012

Especial.

Hay momentos que siento que ya no puedo más; que mis alas pesan demasiado como para volar. La fuerza me falta hasta para llorar, y no encuentro alivio ni en la soledad.
Me duele incluso pensar. Mi imaginación hace cortocircuito.
Mi corazón se encoge y chilla, y una parte de mi cerebro parece explotar.
Es una ilusión, me digo, no es real, me digo.
Y a los demás les digo que tengo sueño, que estoy cansada; y no es del todo incierto.
Cansada de los gritos, del dolor, de las nauseas, de las aspirinas.
Tengo sueño. Quiero dormir y jamás despertar.
Quiero abrir los ojos y encontrarme en un lugar lleno de nieve, tan blanca como el papel, y sonreír.
Sumergirme en un lago inmenso hasta encontrar a la criatura que algunos juran haber visto y otros juran su inexistencia.
Que mis ojos estén abiertos no significa que esté despierta. Que esté despierta no quiere decir que no sea capaz de soñar.
Toma mi dolor y llévatelo lejos. Llévate mis angustias y mis lágrimas.
Quémalos.
Envuélvelos en un manto de invisibilidad. Haz lo que sea con ellos pero sólo aléjalos de mí.
Y dame libros.
Y sonrisas, y alegría, y el calor de un abrazo lleno de cariño sincero.
Y luego suéltame, porque lo que de verdad es bueno viene en paquetes pequeños.
Son todos pequeños detalles, efímeros, para que así las personas los aprecien más. Para no perder lo especial.