viernes, 26 de octubre de 2012

Miedo a fallar, otra vez.

No hay manera de expresar lo mucho que me aterra terminar una historia. Estoy acostumbrada a decepcionar a quienes conozco, a hacer las cosas "mal", a que nunca me salgan bien las cosas, pero cuando por fin encuentro algo en lo que soy buena, me da miedo.
No hago otra cosa sino darle vueltas al final de Carlie, y eso me impide siquiera terminar un capítulo. Pero no evita que comience nuevas historias, y cuando llego a esa parte interesante, a ese clímax, me bloqueo.
Tengo las ideas muy claras en mi mente, pero cuando estoy por escribirlas me detengo. Cambio de idea unas seis veces. Cierro Word. Me arrepiento. Y se convierte todo en un círculo vicioso.
Entiendo perfectamente que uno no puede complacer a todo el mundo, pero de verdad me aterra echar a perder una historia que, según mis conferencias privadas conmigo misma, promete.
Me da miedo que esa neurona inservible que hace que falle en todo también haga que falle en lo único que, aparentemente, me sale bien.

martes, 4 de septiembre de 2012

Especial.

Hay momentos que siento que ya no puedo más; que mis alas pesan demasiado como para volar. La fuerza me falta hasta para llorar, y no encuentro alivio ni en la soledad.
Me duele incluso pensar. Mi imaginación hace cortocircuito.
Mi corazón se encoge y chilla, y una parte de mi cerebro parece explotar.
Es una ilusión, me digo, no es real, me digo.
Y a los demás les digo que tengo sueño, que estoy cansada; y no es del todo incierto.
Cansada de los gritos, del dolor, de las nauseas, de las aspirinas.
Tengo sueño. Quiero dormir y jamás despertar.
Quiero abrir los ojos y encontrarme en un lugar lleno de nieve, tan blanca como el papel, y sonreír.
Sumergirme en un lago inmenso hasta encontrar a la criatura que algunos juran haber visto y otros juran su inexistencia.
Que mis ojos estén abiertos no significa que esté despierta. Que esté despierta no quiere decir que no sea capaz de soñar.
Toma mi dolor y llévatelo lejos. Llévate mis angustias y mis lágrimas.
Quémalos.
Envuélvelos en un manto de invisibilidad. Haz lo que sea con ellos pero sólo aléjalos de mí.
Y dame libros.
Y sonrisas, y alegría, y el calor de un abrazo lleno de cariño sincero.
Y luego suéltame, porque lo que de verdad es bueno viene en paquetes pequeños.
Son todos pequeños detalles, efímeros, para que así las personas los aprecien más. Para no perder lo especial.

miércoles, 27 de junio de 2012

La persona que sólo quiere irse muy lejos de aquí.

Está sola. Podrá pensar que tiene amigos, gente que la quiere, pero la realidad es otra.
Está cansada, tirada en el piso, con los ojos cerrados y los brazos y piernas extendidos. Triste.
No hace falta decir que necesita un descanso, porque no lo necesita; ni finjir que las cosas van estupendamente, porque no es así.

Ella sólo quiere irse a casa. Pero no tiene una.

Necesita, desesperadamente, tomar un avión e irse lo más lejos posible de ése caluroso lugar en donde no encaja. Necesita sentir el frío abrazo de algún lugar nuevo.
A veces, cuando está sola, cuenta su dinero y se plantea la posibilidad de hacer una maleta, subir a un autobús e irse a algún lugar aleatorio.

Pero no lo hace. Sería estúpido, incluso para ella. Porque ningún lugar en este país podría ofrecerle lo que ella quiere, lo que ella espera.

Llora. Tendida en el piso húmedo, no se había dado cuenta de la gotera en su habitación hasta que sintió la calceta verde mojada. Ni tampoco había notado la lluvia.
Se seca las lágrimas, camina hacia el balcón. Siente un ardor en la garganta, ganas de gritar.

El balcón está enrejado. Se siente como pájaro enjaulado, y esa misma es la razón por la que dejó escapar a la pequeña ave color limón que tenía su madre.

viernes, 13 de abril de 2012

Too many worlds...

Como Peter Pan. ¿Quién no ha querido vivir así alguna vez? Ser niño por siempre es una idea encantadora, ¿o no? Volar gracias al polvo de hada y cruzar un arco iris. Bañarte diario con sus colores. Visitar sirenas cada tarde. Pelear con piratas. Tentador, ¿a que sí?

Imagínate, no crecer nunca, vivir en Nunca Jamás.

Llorarías de felicidad si pudieras hacerlo, ¿cierto?

Si existiera la posibilidad, si tuvieras la oportunidad, ¿lo harías?
Sé que yo sí.

Reírte con los niños perdidos y burlarte del Capitán Garfio, ¡ese torpe bacalao!
Pero… ¡Pamplinas! ¿En dónde ha quedado mi cordura?

Mis disculpas, Reina de Corazones, jamás pretendí ofenderla.

Dejar el País de las Maravillas para ir a Nunca Jamás, ¡JÁ!

Sí, claro. Como si de verdad fuera a hacerlo, ¡y perderme las fiestas de té del Sombrerero! ¡Ja ja ja! ¡Qué tontería!

Pero esperen… ¡Aslan! Oh, por Merlín, ¡Aslan!

¡Y Merlín! ¡Caracoles hervidos! ¿Cómo puedo ser tan torpe?

Discúlpame, Dumbledore, nunca fue mi intención abandonar el colegio. Espero Rowena Ravenclaw me disculpe y me acepte en su preciosa casa de Hogwarts otra vez.

Oh, no… Tantos mundos en los que vivir y una sola yo. ¿Podría yo dividirme para poder vivir en cada uno de esos mundos?

Oh, Terabithia…

Dan ganas de llorar, ¿verdad? Al menos así me siento yo, cada vez que alzo la mirada por encima de mi libro, el que esté leyendo, no importa cuál sea, simplemente me sumerjo en sus muy profundos mares o lagos, me interno en sus peligrosos bosques, acompañando siempre a los protagonistas, preguntándome siempre qué encontraremos, no importa cuántas veces haya leído el libro, siempre siento la misma emoción de la primera vez.

sábado, 24 de marzo de 2012

My muse is gone.

Alguna vez leí o escuché que si te va mal en la vida es porque seguro estás pagando algo que hiciste en una vida pasada. Creo que lo escuché en TV, pues recuerdo que la apagué en ese instante y salí de aquella pequeña habitación en el primer piso de mi casa, subí a mi cuarto y encendí la computadora. Abrí twitter.

"¡¿QUÉ MIERDA HABRÉ HECHO PARA QUE ME PASEN TANTAS ESTUPIDECES?!", recuerdo que twitteé.

Cerré twitter. Abrí Word.

Cinco minutos. Diez minutos. Treinta minutos... Nada. La hoja de Word estuvo en blanco cerca de dos horas.
Claro, escribía un poco. Tres líneas si tenía suerte. Pero las borraba.

"Borra mucho si deseas escribir algo digno de ser leído".

No me quejaré. Mi musa me visitaba de vez en cuando, a menudo, una o dos veces al mes. Se sentaba a mi lado para verme escribir y enredaba sus dedos en mi cabello, acariciándome. A veces yo la obligaba a visitarme, de tanto que la buscaba, no se molestaba al menos, pero parece que ahora me ha abandonado.

"Está celosa", pienso. Y es verdad.

Está celosa de que ya no la busque, de que ya no acapare toda mi atención. De no poder tocarme de la manera en que él me toca ni hacerle ver a los demás que le pertenezco. Porque ella es invisible, un fantasma por así decirlo.

Pero la extraño.