miércoles, 27 de junio de 2012

La persona que sólo quiere irse muy lejos de aquí.

Está sola. Podrá pensar que tiene amigos, gente que la quiere, pero la realidad es otra.
Está cansada, tirada en el piso, con los ojos cerrados y los brazos y piernas extendidos. Triste.
No hace falta decir que necesita un descanso, porque no lo necesita; ni finjir que las cosas van estupendamente, porque no es así.

Ella sólo quiere irse a casa. Pero no tiene una.

Necesita, desesperadamente, tomar un avión e irse lo más lejos posible de ése caluroso lugar en donde no encaja. Necesita sentir el frío abrazo de algún lugar nuevo.
A veces, cuando está sola, cuenta su dinero y se plantea la posibilidad de hacer una maleta, subir a un autobús e irse a algún lugar aleatorio.

Pero no lo hace. Sería estúpido, incluso para ella. Porque ningún lugar en este país podría ofrecerle lo que ella quiere, lo que ella espera.

Llora. Tendida en el piso húmedo, no se había dado cuenta de la gotera en su habitación hasta que sintió la calceta verde mojada. Ni tampoco había notado la lluvia.
Se seca las lágrimas, camina hacia el balcón. Siente un ardor en la garganta, ganas de gritar.

El balcón está enrejado. Se siente como pájaro enjaulado, y esa misma es la razón por la que dejó escapar a la pequeña ave color limón que tenía su madre.

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