viernes, 13 de abril de 2012

Too many worlds...

Como Peter Pan. ¿Quién no ha querido vivir así alguna vez? Ser niño por siempre es una idea encantadora, ¿o no? Volar gracias al polvo de hada y cruzar un arco iris. Bañarte diario con sus colores. Visitar sirenas cada tarde. Pelear con piratas. Tentador, ¿a que sí?

Imagínate, no crecer nunca, vivir en Nunca Jamás.

Llorarías de felicidad si pudieras hacerlo, ¿cierto?

Si existiera la posibilidad, si tuvieras la oportunidad, ¿lo harías?
Sé que yo sí.

Reírte con los niños perdidos y burlarte del Capitán Garfio, ¡ese torpe bacalao!
Pero… ¡Pamplinas! ¿En dónde ha quedado mi cordura?

Mis disculpas, Reina de Corazones, jamás pretendí ofenderla.

Dejar el País de las Maravillas para ir a Nunca Jamás, ¡JÁ!

Sí, claro. Como si de verdad fuera a hacerlo, ¡y perderme las fiestas de té del Sombrerero! ¡Ja ja ja! ¡Qué tontería!

Pero esperen… ¡Aslan! Oh, por Merlín, ¡Aslan!

¡Y Merlín! ¡Caracoles hervidos! ¿Cómo puedo ser tan torpe?

Discúlpame, Dumbledore, nunca fue mi intención abandonar el colegio. Espero Rowena Ravenclaw me disculpe y me acepte en su preciosa casa de Hogwarts otra vez.

Oh, no… Tantos mundos en los que vivir y una sola yo. ¿Podría yo dividirme para poder vivir en cada uno de esos mundos?

Oh, Terabithia…

Dan ganas de llorar, ¿verdad? Al menos así me siento yo, cada vez que alzo la mirada por encima de mi libro, el que esté leyendo, no importa cuál sea, simplemente me sumerjo en sus muy profundos mares o lagos, me interno en sus peligrosos bosques, acompañando siempre a los protagonistas, preguntándome siempre qué encontraremos, no importa cuántas veces haya leído el libro, siempre siento la misma emoción de la primera vez.